sábado, 14 de marzo de 2015

"Fantochines", una recuperación y un descubrimiento

Estrenada en 1923, y con un recorrido nacional e internacional que duró hasta 1935, la ópera "Fantochines", compuesta por Conrado del Campo, ha vuelto a los escenarios. Los  responsables de esta recuperación han sido la Fundación Juan March, en colaboración con el Teatro de la Zarzuela, mientras que José Antonio Montaño, director musical del proyecto, se ha ocupado de realizar una nueva edición de una partitura que se creía perdida después de la II Guerra Mundial.

Con este nuevo título operístico, la Fundación Juan March cumple con varios de sus objetivos: la recuperación y divulgación del patrimonio español, y la ampliación de actividades y retos. Con una programación ceñida habitualmente a los conciertos de pequeño formato, la institución madrileña se sumergió el año pasado en la presentación de música escenifcada con la producción "Cendrillon". La experiencia resultó positiva y esta temporada han recuperado la partitura de Conrado del Campo, que se enmarca dentro de un ciclo dedicado al compositor español.

El año pasado no pude acercarme a ver "Cendrillon", pero ahora sí he podido disfrutar de "Fantochines". Una ópera de cámara de extraodinaria dificultad para los cantantes (Sonia de Munck  y Borja Quiza), que resuelven con soltura, con una deliciosa puesta en escena, firmada por Tomás Muñoz, que sabe sacar partido a un espacio no especialmente proclive para este tipo de espectáculos. El reto era difícil y el resultado sobresaliente. "Hemos hecho un esfuerzo titánico", reconoce Miguel Ángel Marín, responsable de las actividades musicales de la fundación, visiblemente satisfecho con el espectáculo.

Sobre un escenario que juega inteligentemente con la perspectiva y la luz, el director de escena combina marionetas, dos cantantes y un maestro de ceremonias (Fabio Barrutia), que conjugan perfectamente la parte vocal y dramática.

La orquesta de cámara, formada por ocho músicos procedentes de la Orcam (a excepción del pianista, Borja Mariño), es quizá la que padece más en este espacio no operistico. Un obstáculo que resuelve Montaño con solvencia.

La historia no encierra muchos secretos: un enredo amoroso, en el que la picardia se impone a la picaresta, enmarcado en una ambientación romántica. Un argumento apto para todos los públicos lo que ha permitido que la ópera haya sido representada para adolescentes, en dos funciones escolares, con gran éxito.

Éxito que se ha repetido en las representaciones para el público general, de las que todavía quedan dos (14 y 15 de marzo), que ha llenado la sala y que sale encantado de la función.

"Fantochines" es pues una recuperación, pero también un descubrimiento al ver cómo la Fundación Juan March ha logrado gestionar su espacio, ofreciendo un espectáculo delicioso, al que tienen acceso todos los públicos, por temática y por precio, pues la entrada es gratuita, como el resto de actividades que organiza la institución madrileña. Así que ya no hay excusa para seguir diciendo que la ópera es elitista.

Un momento de la representación de "Fantochines"






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